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Perspicaz análisis de una dama pentecostal que leyó el estudio “La mujer pentecostal: ¿por qué tiende a ser más entregada y agresiva que el varón?” Añadimos unos “Comentarios nuestros” “Hermano en Cristo, buscando información sobre las iglesias pentecostales, encontré su artículo y a la verdad que yo pues salí de una congregación donde la doctrina de la ‘prosperidad’ hirió y dividió a la iglesia. Ahora estoy asistiendo a una iglesia pentecostal. Su artículo me pareció muy interesante y muy cartesiano y a pesar de yo ser mujer estoy muy de acuerdo con todo lo que usted ha evocado. Y no solo en las iglesias pentecostales sino que este fenómeno se ha extendido en todas las iglesias. Donde una mujer sube al pulpito y se le da un micrófono, agárrese porque algo pasa. Y no es por criticar sino que el problema es mundial ya que en el mundo actual también el hombre ha perdido autoridad y así también ya casi los roles se hayan invertido: el hombre hace como mujer y la mujer como el hombre. Bueno, pienso que a estas alturas la mujer debe ser más humilde y callarse y darle ese rol sacerdotal al hombre que también se acomoda adoptando esa estrategia de ‘yo no fui’. Comentarios nuestros. ¿Qué más decir? La autora de estas palabras ha señalado perfectamente, a mi juicio, el mal mayúsculo tras infinidad de males sociales-religiosos de actualidad: “…el hombre hace como mujer y la mujer como el hombre…” “…el hombre ha perdido autoridad…” porque no tiene la hombría, la honradez, el deseo, la energía, la responsabilidad, el orgullo, la visión, de actuar como hombre. En términos generales, habiendo muchísimas excepciones. Y porque un número creciente de mujeres están empeñadas en arrebatarle su autoridad en el matrimonio, el hogar y la iglesia, al igual que en el mundo comercial-político-académico. Arrinconados, acorralados, despreciados, frustrados, algunos hombres se recurren a vicios, incluso vicios sexuales, o se tornan violentos. Otros, detestando incesantes tirijalas, competencias, contiendas, conflictos, con el sexo opuesto, simplemente se retiran, volviéndose más o menos pasivos observadores del vaivén diario de los seres en derredor suyo. No pocos hombres, de toda categoría y rango, se confabulan con las damas en esta inversión de roles, obedeciendo a la filosofía de lo “políticamente correcto”, o lo “socialmente correcto”, como dictado por personas cuya agenda parece ser la eliminación de cualquier diferencia natural entre los dos sexos, como también cualquier consideración por los designios de Dios sobre nuestra raza o la influencia de su código moral en nuestras vidas. En las iglesias, especialmente en las pentecostales, un verdadero ejército de mujeres está adueñándose del liderato, osadamente usurpando los roles asignados por Dios a los varones. Que hablen más y mejor, que sean más efusivas y emotivas, pues estos siempre han sido, entiendo, dotes característicos del sexo femenino en general. Pero, que estos dotes las califiquen para administrar mejor la obra de Dios conforme a su propósito y deseo, he aquí el meollo del asunto. El hombre no es más inteligente que la mujer, más sin embargo, me parece no equivocarme en mi humilde apreciación, al observar que el hombre tiende a ser más intelectual en sus deliberaciones y decisiones, más calmado, más lento y por ende menos susceptible a proceder precipitadamente, menos propenso a ser llevado por las emociones. Y estos son, precisamente, algunos de los rasgos necesarios para poner freno al presente desenfreno de emocionalismo religioso, de sentimentalismo sin sustancia, de euforia exótica, entusiasmo indisciplinado que raya en locura, visiones internacionales multiplicadoras propulsadas por tipos carismáticos, agresividad espiritual, pero de la mala que arrolla doctrinas y principios sanos, burlándose de todo opositor. Freno a la gran plaga de mercaderes religiosos, profetas charlatanes, pastores inmorales y fraudulentos “apóstoles”. Sí, claro, muy de acuerdo con que “a estas alturas la mujer debe ser más humilde y callarse y darle ese rol” al hombre que le corresponde bíblicamente, y que el hombre deje de echarse hacia atrás, “adoptando esa estrategia de ‘yo no fui’” el culpable, o lo que sea, del gran revolú religioso que está revolcando los distintos escenarios “cristianos” y desprestigiando el nombre del Señor, como además las Sagradas Escrituras. Pero, ya no seguiré en esta ocasión con más observaciones mías sobre estos temas tan controvertidos. Prestemos atención al segundo párrafo de la dama pentecostal que leyó el estudio La mujer pentecostal. “Mi pregunta es la siguiente: ¿Qué hago si un día me permite el pastor dar un mensaje a la congregación? ¿Qué hago? Si digo que "NO" porque no es bíblico, ¿estaré en rebeldía? Y si mantengo mi posición, ¿me seguirán respetando? Para el colmo de males yo estoy casada con un argelino, ex musulmán y tal vez crean que ya me dejara influenciar por el Islam, que por el contrario denigra y no respeta a la mujer. Gracias por responderme." Pues bien, querida dama pentecostal, si usted ya entiende que predicar la mujer en la congregación “no es bíblico”, al rehusar usted hacerlo, ¿con quién estaría “en rebeldía”? ¿Con el pastor, o la pastora, que le invitara? Pero, ningún dirigente religioso tiene derecho bíblico alguno de invitar a usted a predicar así. El que pretendiera tener autoridad de hacerlo estaría arrogándose poderes que Dios no le concede. Y pecaría doblemente, pues estaría invitando, animando, abriendo paso a que usted quebrantara directrices muy exactas del Espíritu Santo. “Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio” (1 Timoteo 2:12). “Como en todas las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones, porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas, como también la ley lo dice” (1 Corintios 14:33-34). Así pues, suponiendo que usted aceptara una invitación “de dar un mensaje a la congregación”, definitivamente, estaría en rebeldía contra la Deidad, y esto es lo que pesa en la balanza celestial. “Y si mantengo mi posición, ¿me seguirán respetando?” ¿Es bíblica su “posición”? Entonces, ¿la abandonarían porque no le siguieran “respetando”? Al mantenerse usted en su posición, la cual sí es bíblica, puede usted dar por sentado que los fanáticos practicantes del pentecostalismo no seguirán respetándole. Digo, este es mi parecer, basado en mucha observación y algunas experiencias. Pero, quizás algunos, de mente no tan cerrada, reflexionen, llegando a entender mejor, tal cual usted, las doctrinas divinas sobre la organización de la iglesia, y en particular, el rol de la mujer en la congregación. Su ejemplo de verticalidad consecuente e insobornable granjearía sí el respeto de personas serias y sinceras. Así pensamos. Sobre el factor de estar casada usted con un argelino y lo que pudieran especular los de la iglesia en lo concerniente a la influencia social-religiosa de él en usted, ¿tiene importancia fundamental esto? ¿O tiene importancia decisiva y terminante la voluntad expresa de Dios? “PS. Todavía no soy miembro. Solo estoy de apoyo en el equipo de traducción de las prédicas. DIOS LES BENDIGA.” Respetuosamente, le preguntaría: ¿Por qué se haría usted miembro de una iglesia que mantiene una posición oficial doctrinal que usted no aprueba por saber que no es bíblica? ¿No sería más correcto procurar una congregación regida por el Nuevo Testamento, donde se enseñe y se practique la “sana doctrina” de la Deidad referente al rol de la mujer cristiana en la iglesia? Existen miles y miles de congregaciones de esta categoría. ¿Por qué no estaría usted más a gusto en una de ellas? Gozar en paz la “buena enseñanza” del Señor. No violar su propia conciencia. No exponerse al rechazo o la burla de los que aún no llegan al entendimiento de estos temas. Permanecer en una iglesia que desobedece claras doctrinas fundamentales del Espíritu Santo, ¿cómo hacerlo sin hacerse partícipe de sus errores, apoyar y promover su existencia, y por ende, la constante propagación de una mala semilla? Observo otro fenómeno muy preocupante, el cual procedo a identificar. Muchos dicen, parafraseando: “Yo sé que la mujer no debiera predicar en la congregación. Yo sé que exigir el diezmo no es bíblico. Sí, yo sé que debiéramos adorar ‘decentemente y con orden’. Pero, yo voy a seguir en mi iglesia, pese a sus errores, porque ninguna iglesia es perfecta, y además, aquí me aman. Me gusta cómo predica el pastor.” Pues bien, cierto es que “ninguna iglesia es perfecta” porque todas se componen de seres humanos imperfectos. Con todo, hay iglesias que siguen mucho más de cerca que otras las instrucciones del Espíritu Santo, aceptando como su único credo el Nuevo Testamento ratificado por Cristo, sin rechazar el Antiguo como valioso en algunos aspectos. ¿Dónde me quiere el Señor? ¿En una iglesia fundada por hombres cuya doctrina y práctica se opone a la de Cristo? ¿O me quiere en la iglesia fundada por Dios cuya doctrina y práctica se ajustan, en lo esencial para salvación, a la voluntad divina? Permítame decirlo claramente, esperando y orando no ofender: Romper con el pentecostalismo es lo indicado. Salir de él completamente, y formar una nueva lealtad en la iglesia de Cristo, en la iglesia establecida por él conforme a su promesa “Edificaré mi iglesia” (Mateo 16:18). Al fin y al cabo, Cristo añade a su iglesia a los que creen en él, se arrepienten y se bautizan, y esto se pone de relieve en los eventos de Pentecostés, del año 30 d. C. Le ruego lea Hechos 2:37-47. Cristo no añade a los salvos a iglesias fundadas por hombres. Estimada dama pentecostal, Dios quiere que la luz que le ha llevado al entendimiento que revela su correo le alumbre el camino hasta llegar usted al pleno entendimiento que conduce a la vida eterna. Que el Cristo de la gloria le guíe, al igual que a nosotros.