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Sois Mis Amigos Si Hacéis Lo Que Yo Os Mando

19. 05. 25
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amigosohermanos

 

En nuestro andar por el mundo la vida nos lleva a relacionarnos con muchas personas, las que podríamos encasillarlas en diferentes segmentos. Uno sería la familia, otro, amigos, vecinos, conocidos, etc.  

Yo me quiero enfocar en uno de ellos, en los amigos, ya que éstos, pienso, adquiere una real relevancia por lo citado por el Señor Jesucristo en Juan 15:14-16, además de ser el tema que deseo abordar.

Un señor me dijo que vivir la vida sin amigos es francamente aburrida, imagínese no tener a alguien a quien contarle secretos, una locurita o un chismecito, aunque también dijo, la amistad implica mucha responsabilidad, porque mantenerla en el tiempo no es fácil, además trae aparejado el riesgo de la traición, que al igual que otros males traemos los seres humanos en mayor o menor grado. Esto es algo muy serio.

Juan 15:14-16 "(14) Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. (15) Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre. (16) Vosotros no me escogisteis a mí, sino que yo os escogí a vosotros,..."

Este mensaje lo he escuchado muchas veces por medio de diferentes predicadores, y hasta ahora todos coinciden en lo mismo: En que el Señor es nuestro amigo y que nosotros, por ende, somos sus amigos. Yo me pregunto si es eso lo que realmente dice el pasaje; Entonces ¿Puedo llamar amigo al Señor? Se me ocurre que sí. Soy yo el que decido quien es mi amigo, el que los elije, el que incluso pone condiciones a la persona que desea ingresar a mi círculo de amistades, si éstas cumplen mis requerimientos podrán gozar de una amistad recíproca. Al ser así, ¿No aceptaré como amigo al Señor y Salvador de mi alma? ¡con mayor razón! Esto no debería ser mi preocupación, mi real preocupación debería ser si el Señor me ve como alguien digno de su amistad. El versículo 14 dice: "Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando" ¡Entonces no es tan fácil la cosa!

La amistad no se puede tomar a la ligera. Habrá alguien que se atreva a decir que es amigo de Jesús, yo, a la verdad, no me atrevería afirmarlo; la razón es muy simple, mi visión de las cosas es muy limitada, mi mirada es humana, o para que se entienda, con ser espiritual vivo en un cuerpo de carne, lleno de pecado. Ya lo dice el pasaje 1 Juan 1:10 "Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a El mentiroso y su palabra no está en nosotros". Si bien es cierto que voy camino a la perfección, mientras esté en este mundo no puedo decir que mi mirada es tan pura como la del Señor. Entonces, yo juzgo que el Señor es mi amigo porque participo activamente en los servicios de adoración, porque hago el bien, que oro constantemente, y muchas otras cosas que los hermanos y aún la sociedad aplaudirían; pero... cabe la posibilidad, que el Señor juzgue que estoy fallando en hacer lo que Él manda.

Las exigencias del pasaje citado en Juan 15, nos da la pauta de qué exigir a una posible nueva amistad, por cierto, si soy cristiano, querría que ese posible amigo hablara mi idioma espiritual, que fuera respetuoso, leal, que su hablar sea edificante y otras cualidades que sean beneficiosas para ambos. Sobre este punto quisiera contarles un caso muy particular. Conozco a un señor, comerciante, de mediana edad, que en el trato hacia mi persona era de mucho respeto, me trataba con deferencia porque él consideraba que yo era buen cristiano respecto de otros que él conocía. Este señor comerciante profesa otra religión, de nombre (no observante); no tenía ningún problema en garabatear o ser grosero con los que se cruzaban en su camino, buen fumador y mejor en el trago. Se le veía vender sus productos ebrio y cuando se le pasaba la mano, no salía a trabajar durante varios días. Un día mientras conversábamos se acercó alguien que él conocía y me presenta como su mejor amigo, y le dice que si tiene cualquier inquietud no dude en visitarme, que yo soy una persona cristiana y de respeto. La verdad, me cuesta escribir esto porque suena a tirarse flores. El caso es que mientras él me trata como su mejor amigo, yo en mi interior digo "ni lo sueñes, amigo tuyo jamás" ¿Qué razón tengo para rechazar esa amistad?. Lo diré en términos simples: porque me es imposible aceptar como amigo a quien tiene una bocaza como él sólo, sucio en su hablar, sin respeto con las demás personas y borracho. Aunque insisto, el trato hacia mi persona era muy buena. Entonces ¿Sólo porque él me consideraba amigo yo debía hacer lo mismo? ¿La amistad debía ser recíproca? Pienso que no. Si él me considera su amigo, acepto. Esto me obligará a ser lo más correcto posible con él y en el trato con las demás personas para no defraudarlo. En definitiva, es mostrar que soy un cristiano y no supone una carga adicional, solamente ser cristiano. Aunque está más que claro el por qué lo rechazaría como amigo, creo que el Señor a través de su Palabra me da la pauta. Yo a Jesús le puedo llamar amigo, pero él puede juzgar que no merezco ser llamado así.

Hay muchas cosas que nosotros hacemos de corazón, según nuestra mirada; pero ¿qué dicen las Escrituras del corazón? Jeremías 17:9 "Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?" El corazón claramente no es confiable, así es que mientras yo digo estar en la real voluntad de Dios, Él puede juzgar que no es así. El juicio del Señor siempre va a ser más certero que el mío, por su pureza y santidad los errores de apreciación no tienen cabida, en cambio los juicios que nosotros emitamos sobre cualquiera situación, pueden fácilmente contener errores, Ni por muy cristianos que seamos.

Pudiera ser que alguno no esté de acuerdo con lo que escribo. La razón que tengo para sostener esto, es lo que dice Apocalipsis 22:11 "...el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía." y en 2 Corintios 7:1 "Por tanto, amados, teniendo estas promesas, limpiémonos de toda inmundicia de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios". Si esto es lo que Dios quiere de nosotros, está claro que nuestra santidad es menor que el de Cristo, nuestro sentido de justicia también es menor, así como la pureza de nuestros actos. Además si fuésemos perfectos, les aseguro, que ya no estaríamos en este mundo. Apenas sabremos fehacientemente que seremos aprobados cuando el Señor venga por su iglesia y seamos alzados a su encuentro, mientras debemos atender a otra indicación: Perseverar hasta el fin. Mateo 24:13 "Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo". Creo que esto me lleva a sostener que yo puedo llamar amigo al Señor las veces que quiera, pero no puedo asegurar que El vea mi amistad con los mismos ojos.  

Un predicador me decía que tener amigos dentro de la iglesia es muy necesario, la verdad, es que yo no me opongo a eso, aunque no lo veo una necesidad. Según mi opinión, es bueno ser afectuoso, atento, respetuoso, en resumidas cuentas, ser un buen cristiano. En los años que llevo en la iglesia, he visto algunos hermanos-amigos, que son más compadres que cristianos, más cómplices, se protegen entre ellos, se cubren las espaldas, y cuando uno emite su opinión, el otro le secunda, y todo en nombre de la amistad. No les importa cuán errados estén o el perjuicio que causen a la iglesia. Yo creo que la mayoría de los hermanos hemos visto esto en nuestras congregaciones.

Fiel a mis convicciones, yo no rechazo a los posibles amigos, pero prefiero a los hermanos en Cristo. La diferencia que hago entre éstos es, que un buen hermano no dudará en aconsejarme o reprenderme si algo hago mal, y no estará sujeto a que yo, si soy su amigo, interprete que el me debe lealtad y apoyo en lo bueno y en lo malo y en el bien y el mal. Dicho de otra forma, en lo bueno debe apoyarme y en lo malo debe encubrirme, ser mi cómplice. Esto no es verdadera amistad.

Si alguien tiene amigos, asegúrese que la amistad que le ofrecen sea sincera, y que tanto él como usted tengan el deber de decir las cosas por su nombre y no encubrir los pecados del otro. Privilegie ante todo ser un buen cristiano.  

 

Por Daniel Neveu Pedreros 

 

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