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CAPITULO 7 - EL VELO DEL TEMPLO
El Nuevo testamento es por muchos blandido cual espada para hablar a favor del diezmo, de aquí para allá, de allá para acá; me recuerda algún paseo por el cerro Ñielol aquí en Temuco o el parque O`Higgins en Santiago, cuando uno camina libremente y sin preocupación alguna, salvo disfrutar el día.
Cuando hay que buscar argumentos pareciera no importar mayormente los textos que usamos, sino mas bien un pasaje “preciso” para justificar nuestra posición, y ese es el error que cometemos muchos cristianos, cuando nos damos cuenta, ya hemos causado el daño suficiente para afirmar a un hermano en una doctrina errada de la que cuestan lágrimas tratar de reconquistarlo, o bien desanimamos a otros, en donde las lágrimas vuelven a aflorar. ¡Esta es una triste realidad!
Para entender la obra gloriosa de Jesús en la tierra, tenemos que considerar, que él no vino a hacer su voluntad, sino la del Padre que está en los cielos, quien al inicio del ministerio del maestro, dijo al momento en que Jesús era levantado de las aguas Mateo 3:17 “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Al momento de iniciar su ministerio, Jesús tenía treinta años de edad y a esa altura toda persona ya tiene una vida hecha, y para que el Padre diga que esta complacido con su hijo, es que este le ha sido fiel, no haciendo nada que pueda ofender su nombre. Dice en Mateo 5:17 “No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir” Aquí encontramos que de ninguna manera Jesús tiene la intención de pasar a llevar la ley, si no mas bien le es impuesto cumplirla, esto incluye que él mismo se someta a ella, respetando el sacerdocio levítico que fue instituido por Dios.
Para introducirnos en el tema que nos convoca, vamos a tomar en consideración el sacrificio de Jesús en la cruz, y el significado que tiene para el mundo el rompimiento del velo del templo.
Mateo 27:50-51 “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron…”
En estos pasajes nos queda más que claro que el rompimiento del velo del templo, tiene una gran significancia para el mundo entero, el Lugar Santísimo queda descubierto, a la vista de todos, dando a entender que ahora no solo los sacerdotes levíticos tienen acceso, si no todo aquel (incluidos los judíos) que confiese el glorioso nombre del Señor Jesucristo.
Según el libro “Se hizo hombre” de Pablo Hoff, Pág. 283 dice: “La rotura del velo. Al morir Jesús, se rasgo en dos la gruesa cortina del templo, que separaba el lugar santo del lugar santísimo. Este lugar santísimo simbolizaba la presencia real de Dios. La rotura del velo significa que por medio de la cruz fue quitada la barrera (El pecado) que se interponía entre Dios y el hombre. La cortina ya no oculta del simple mortal el lugar santísimo y el trono de misericordia. Los evangelistas Mateo y Marcos registran que el velo se rasgó en dos “de arriba abajo”. Se recalca que fue Dios quien lo llevó a cabo. Jesús abrió un camino nuevo y vivo hacia Dios y que aún esta abierto. Hebreos 10:19-21 “Asi que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios”.
Ahora los todos los creyentes tienen libre acceso a Dios mediante la obra expiatoria de Jesucristo.
Además, la rotura del velo señala el fin del antiguo sistema de reconciliarse con Dios. Ya no servirán el templo, el sacerdocio, los sacrificios y los ritos del judaísmo. Ahora todos los creyentes somos sacerdotes y podemos acercarnos confiadamente al trono de gracia. Hebreos 4:16 “acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Los judíos dieron muerte al Señor para preservar su sistema, pero esta misma muerte puso fin a su método para acercarse a Dios”
Hebreos 9:6-7 “…en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por si mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo”
Haciendo una paráfrasis de los versos que siguen, entendemos que mientras estuviera en pie la primera parte del tabernáculo, era imposible que se manifestara el camino al Lugar Santísimo, y para que eso aconteciera sólo quedaba el sacrificio de Cristo, quien derramando su propia sangre, “entró de una vez para siempre en el Lugar Santísimo” para limpiar nuestras conciencias de actos que nos conducen a la muerte.
Ahora Ud. y yo tenemos acceso en forma expedita al Lugar Santísimo, por el rompimiento del velo, y no necesitamos de un “sacerdote” a quien “encargar” nuestros pecados, el sacerdocio levítico ya no tiene valor para nosotros, puesto que Jesús nos hizo reyes y sacerdotes para Dios.
Apocalipsis 1:6 “…Nos hizo reyes y sacerdotes para Dios…”, 1ª Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncies las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.
Es decir ahora ya no necesitamos de ningún sacerdote para acercarnos a Dios, por que somos sacerdotes y cada uno de nosotros podemos ir directamente a Dios, libremente, sin necesidad de nadie más que Jesucristo. 1ª Timoteo 2:5 “Por que hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre”
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