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in Diezmo
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CAPITULO 9 - ¡NECESITO UN CONSEJO!
En el capítulo dos, les mencioné al hermano Jabín, y como este joven recibió al Señor, su entrega fue tal, que aceptó gustoso cada indicación que se le hiciera sobre su responsabilidad económica para con su pastor y la Iglesia; sus ofrendas no eran pocas, el dar era sin mezquindad, y el diezmo entregado con una amplia sonrisa; era muy querido en la congregación por su infaltable gozo interior, que sin resistencia brotaba por sus poros, y por su docilidad; ante alguna orden y/o solicitud del pastor su respuesta era inmediata, y aunque en el capítulo mencionado anteriormente, hago mención de la tristeza que embarga al hermano por la forma adoptada por el pastor en la recepción del diezmo, aún así él no dejaría por nada de cumplir con la entrega de sus ofrendas y diezmos, es más, en una agradable tarde otoñal, caminamos por el centro de la ciudad de Temuco hasta llegar a la plaza de armas, en donde, sentados, continuamos la conversación que no era otra que hablar de las grandezas del Señor, el gozo inundaba nuestros corazones, hablamos de cómo dejar toda mezquindad en nuestras ofrendas - que es muy común en la iglesia - hasta el punto de acordar no depositar mas monedas al ofrendero, sino billetes, no es que hiciéramos un pacto sobre ese punto, sino mas bien hacer conciencia sobre las grandes bendiciones que Dios deja caer sobre los suyos, lo que nos dice, que para su obra no podemos cerrar la mano. Por otra parte se realizaban en la iglesia “Ofrendas de Gratitud” - propuestas por mi - la que iba en reemplazo de “sociales”, venta de empanadas, humitas, etc. para reunir fondos en la iglesia, por lo que una vez al mes llevábamos este tipo de ofrendas según nos proponíamos en nuestro corazón. Esta fecha era esperada con ansias por el hermano Jabín y yo. Era nuestro deleite, como también lo era dar los diezmos.
El capítulo 3 lo he titulado “EN BUSCA DE FUNDAMENTOS” de ahí en adelante relato con muchos detalles, de como llego a entender la verdad sobre el diezmo, en el intertanto, mi relación con el hermano Jabín era muy buena, cada vez que él tenía alguna inquietud recurría a mi, venía a mi casa y pasábamos largas horas escudriñando las Escrituras, esto era una constante, incluso él hacía un tiempo en su trabajo para venir al mío en donde no faltaba tema de conversación “de la abundancia del corazón habla la boca” ¡Sabe Dios que siempre tuve la voluntad de atenderlo sin rezongo!
Pasado un tiempo, me dediqué a saber mas sobre el diezmo, y estando en mi casa, llega de pronto el joven hermano deshecho, lo vi muy mal, me senté a su lado para escuchar hasta el mas mínimo detalle y de esa forma poder confortarle, su relato comenzó en que estando él en su trabajo llegó un hermano (para mi desconocido), y le habló sobre el diezmo, la exposición que éste hizo, logró confundir a Jabín, quien al no tener conocimiento sobre el punto, quedó a su merced. El desordenado conocimiento sobre el tema de esa visita, sumado a su imprudencia, provocó en mi joven confidente, una crisis de tal magnitud, que la necesidad de consejo lo hizo levantarse y venir de inmediato a mi casa, con la seguridad que tendría una respuesta, y no una respuesta cualquiera, sino a través de las Escrituras. La postura del mentado hermano es que el diezmo no es para nuestros tiempos. Yo también pienso lo mismo, pero su imprudencia y la falta de criterio marca la diferencia.
Luego del relato, lo miré sin decir palabras. Entendí lo que él estaba sintiendo. Lo vi ansioso. El necesitaba una respuesta, por lo que le dije: ¿quieres que te diga la verdad o que te dé conformidad? La verdad - respondió - de ti no puedo esperar otra cosa. Hice una pausa a modo de preparación y luego me di a la tarea de darle a conocer paso a paso esta verdad irrefutable, tal como está en este libro, terminé diciendo: el diezmo no es para nuestros días, no está vigente, sin embargo, la decisión es tuya, si tu crees haber sido bendecido por Dios, y resuelves continuar entregando los diezmos, hazlo, solo que ahora con conocimiento. Lo que decidió el hermano, no es de mi incumbencia, y además es un asunto entre él y Dios.
El que dé la opción de elegir entre dejar de dar los diezmos o continuar haciéndolo, puede ser interpretado contradictorio por el lector, dado que mi posición sobre el diezmo es claro, toda vez que este libro está dedicado a dar a conocer que el diezmo ya no está vigente. Creo que es mi deber (por moral cristiana) dejar que sea el hermano quien evalúe y decida los pasos a seguir. Si el considera que ha sido bendecido entregando los diezmos ¿quién soy yo para imponer mi parecer por mucho que mi base sea bíblica? La decisión es íntima, usted y Dios, yo y Dios, somos libres para decidir, lo importante es que decidamos en el Señor; tenemos al mejor consejero, el Espíritu Santo. No puedo omitir algo que es muy importante, si opta por el diezmo, es usted quien se autoimpone esta obligación, sólo le ruego que no falte, no sea que se halle robando a Dios y se arriesgue a ser llamado ladrón, sin contar que está al borde del legalismo.
Ahora si se decide por la otra opción, no cierre su mano hacia su pastor, quien tiene el deber de guiarle por medio de la enseñanza hacia Cristo.
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